Para hacer frente a la enfermedad renal, es muy importante la mente

Ruth Besalduch
Una actitud positiva ante diferentes tratamientos de sustitución renal

Tiene 4 meses en blanco, los que pasó en coma, y dos años en gris, los que vivió ingresada en un hospital. La historia de Ruth Besalduch (56 años, vecina de El Vendrell, Tarragona) puede formar parte de un guion de cine y también servir como ejemplo de cómo una actitud positiva ayuda para superar momentos críticos en la vida. 

 

Las secuelas de la UCI

Una situación de estrés y el no cumplimiento de su tratamiento la condujo a la UCI y a pasar dos años de su vida en un hospital. De eso hace ya 10 años y su situación ahora es muy diferente: la ilusión, el color y la curiosidad forman parte del día a día de Ruth. Sabe que la cabeza puede jugar en contra, por lo que ha tomado parte en el asunto de su salud y cada día trata de poner su mente del lado del buen vivir.

Así comenzaba esta entrevista que se publica ahora, casi cuatro meses después de esa primera conversación. A finales de enero, Ruth contaba cómo era su día a día con la diálisis y qué le había llevado hasta allí. Ahora, ya entradas las altas temperaturas, puede contar además cómo es su vida con un nuevo riñón, ya que el 5 de febrero recibió un trasplante. Ojo con el spoiler: ella sigue con la misma energía y fortaleza mental que tenía en enero, o quizás más.

A los 32 años le diagnosticaron un problema en los uréteres para el que no recibió un tratamiento adecuado, lo que le condujo a la enfermedad renal crónica. Después de siete meses en hemodiálisis, recibió un riñón que fue funcional durante ocho años, tras el cual empezó de nuevo con diálisis, pero en esa ocasión con diálisis peritoneal.

“Todo iba bien hasta que mi madre sufrió tres ictus. Me encargué de su cuidado, también me tenía que hacer la diálisis peritoneal en casa, tenía mucho estrés y todo ello me llevó a descuidar mi tratamiento. Cuando mi madre murió, tuve pancreatitis y peritonitis y caí en coma”, recuerda Ruth Besalduch, 12 años después de su entrada en la UCI.

Los cuatro meses que pasó en coma y la infección sufrida la dejaron sin voz, sin poder caminar, sin poder moverse. “Cuando me desperté del coma, pensé que estaba atada y que tenía agujas, porque no me podía mover y tenía mucho dolor”.

Tuvo que aprender a caminar, a volver a hablar, comer… “Estoy viva gracias a mis hijas, estuvieron todo el tiempo conmigo, hablándome, apoyándome. Eso me dio vida”.

Ruth pasó dos años en el hospital hasta resolver gran parte de sus problemas de salud. Ahora, 10 años después de su ‘alta hospitalaria’, es independiente y señala lo importante que es la forma de afrontar la vida para vivir bien, incluso con enfermedad renal crónica.

“En el tiempo que estuve ingresada, lloré mucho porque tenía dolor y dificultad para hacer las cosas más simples, pero también veía el lado bueno de las cosas: mis hijas estaban ahí y eso era lo más importante”. Ellas (tienen 36 años una y 33 la segunda), la atención recibida y su fortaleza y coraje, le ayudaron a volver a caminar, controlar esfínteres, comer por sí sola e ir a diálisis tres veces en semana.

Ayuda psicológica y apoyo familiar

“Antes me molestaban los retrasos en la diálisis y me agobiaba tener que ir a la clínica tres veces por semana, y ahora es algo en lo que intento no pensar, acepto que es algo que me ha tocado vivir, he aprendido a vivir con ello. Procuro que mi cabeza se centre en otras cosas, aunque eso no quiere decir que no me interese mi tratamiento, yo soy muy curiosa, quiero saber qué pasa en mi cuerpo o por qué pita una máquina, lo pregunto todo”, decía Ruth a principios de año.

Ella decidió hace tiempo incorporar en su día a día rutinas que mejoran su vida como la pintura, sobre todo de flores, y la terapia psicológica. “Voy a un coach, que me da pautas para llevar bien mi vida. Para hacer frente a la enfermedad renal, es muy importante la mente. He oído a muchos pacientes, con 60 o 70 años, desear morirse y a esa edad queda mucha vida por delante. Por eso creo que la ayuda psicológica es muy importante, hay que asimilar bien la enfermedad y lo que conlleva, la mente es muy importante. Yo les diría a otros pacientes con esta enfermedad que mantengan su cabeza ocupada en lo que les guste. En mi caso, es la pintura”.

Para esta catalana, crecida en Cercedilla (Madrid) con su abuela, la familia es fundamental en la calidad de vida de los pacientes, por eso considera que se tendría que explicar mejor en qué consiste esta enfermedad y cuáles son los problemas o los retos a los que se enfrentan diariamente los pacientes. “Si la familia no lo entiende o no se preocupa, el paciente no lo llevará bien. Yo tengo la suerte de que mis hijas me apoyan muchísimo. Una de ellas estudia medicina y claro sabe de qué va el asunto”.

También señala que hay que educar a la sociedad en general: “No se conoce nada de la enfermedad renal ni de la diálisis. Es verdad que ahora ya se explica más a los pacientes --a los que hay que informar y decirles la verdad--, pero la gente de la calle no entiende nada. Creo que se comprende más el cáncer que esta enfermedad. A mí muchas personas me dicen: “ah bueno, pues cuando te trasplanten ya está. Y no, no es así, la enfermedad no termina con el trasplante, no funciona así, porque puedes volver a la diálisis en cualquier momento. Si todo el mundo entendiera esta enfermedad y los hábitos que debemos tener en nuestro día a día, como la alimentación, el paciente viviría más tranquilo y aceptaría mejor su enfermedad”.

Un cambio de vida

Cinco meses después de esa afirmación, Ruth reflexiona en lo que ha evolucionado la medicina: “Cuando empecé con la diálisis, me tuvieron que poner un catéter, porque las fístulas no me iban bien. Pero es que no era como ahora, que hay muchos adelantos tanto en los tipos de catéteres como en las máquinas y la diálisis”, lo que le ha permito llevar mucho mejor su tratamiento “hasta que por fin me ha llegado un riñón”, asegura.

El contar con un riñón funcionante no le exime de llevar un tratamiento diario. “Tomo muchas pastillas para evitar el rechazo, porque tengo el azúcar alto debido a esa medicación… Además, tengo que recuperar la musculatura respiratoria, porque después de haber estado 37 ingresada tengo poca capacidad respiratoria. Pero estoy contenta”.

El trasplante ha tenido un impacto inmediato en su alimentación, ya que antes debía tener cuidado con ciertos alimentos y la cantidad de líquidos que ingería diariamente. “Por fin puedo tomar plátanos, que me encantan, o cerezas que antes no podía comer. Y puedo beber más agua, algo a lo que me tengo que acostumbrar porque son muchos años bebiendo poca cantidad”.

Entre sus planes de futuro está el viajar, “quiero ir a Granada a ver a una amiga”, y el comer fuera de casa con sus hijas. “Tengo libertad para ciertas cosas que antes no podía hacer. Es un cambio positivo”.