Esta psicóloga general sanitaria, especializada en Psicooncología y Cuidados Paliativos e intervención en duelo, cuenta con formación adicional en Psicoterapia humanista y EMDR. Durante sus últimos 4 años de experiencia profesional en Fresenius Medical Care acompaña a personas en tratamiento con hemodiálisis, facilitando apoyo y herramientas que les ayuden a gestionar cada situación a la que se enfrentan, tratando de favorecer una mejor adaptación con el fin último de mejorar su calidad de vida.
“Cada persona asume de forma muy diferente un mismo proceso. Me sorprende cómo una misma enfermedad genera una reacción tan diferente en función de la persona. Algunos pacientes lo llevan bien, y otros no tanto. Entiendo que hay muchos factores que ayudan o no, a gestionar este cambio, la familia es uno de ellos, pero si la persona no cuenta con ese apoyo, hay que buscar otro que puede estar en su red de amigos, o en la parte espiritual o de ocio o de confort”.
Ella actúa bien a demanda del paciente, a petición del nefrólogo ve que algo no va bien o que puede ir mal o si ella, en la evaluación inicial que hace a cada paciente, detecta algún problema. De los 600 pacientes que están tratándose en las clínicas en las que ella trabaja, en torno a 230 o 240 están en seguimiento.
“La valoración psicológica se les hace entre los primeros 15 y 45 días, e implica una evaluación por parte del equipo multidisciplinar: psicológica, social y nutricional. Si en ese momento, no detecto ningún problema, le traslado/informo al paciente que, cuando tenga alguna necesidad o requiera mi ayuda, se lo comunique a su médico y él se pone en contacto conmigo”, señala.
Su tiempo lo reparte entre las diferentes clínicas y el teletrabajo porque, “con la pandemia se puso en marcha un programa de atención telefónica al paciente. Sin embargo, algunos pacientes requieren una atención presencial. Así que voy a las clínicas, eso sí con todas las medidas de seguridad necesarias por la pandemia”.
Entre los pacientes, reconoce, se dan bastantes problemas de ansiedad, también depresión o alteraciones del sueño. “Se trata de un proceso de adaptación a una nueva rutina, forma de vida, horarios, que conlleva pérdida de libertad. Tras el afrontamiento del diagnóstico, la ansiedad y el miedo se dan por el nuevo tratamiento de diálisis o al saber que no son candidatos a trasplante y deben tener este tratamiento de por vida. Con el paciente renal, se trabaja el duelo por el estilo de vida perdido. Y también ayudo, a quien lo necesita a buscar un nuevo sentido a su existencia, aquello que da energía, que da vida”.
De su trabajo, lo que más valora es la flexibilidad y el tipo de ayuda que puede ofrecer: “me parece importante apoyar al paciente al inicio de su entrada al tratamiento renal, darle herramientas para gestionar su enfermedad y también durante su proceso de adaptación o evolución. Me gusta el trabajo con pacientes crónicos”.