Tomás Ortiz

Tres décadas en el mismo centro de diálisis

Tomás Ortiz (Cádiz, 1958) puede contar la historia de la diálisis en primera persona. Lleva toda su vida adulta con este tratamiento ya que, desde niño, tuvo problemas renales que le condujeron, en su juventud, a la diálisis. Acaba de cumplir 30 años como paciente del Centro de Diálisis Jerez de Fresenius Medical Care. Toda una vida. 

“El médico me decía que tenía que estar en cama"

Dice que en su familia no hay antecedentes de enfermedad renal. Ninguno de sus siete hermanos ha tenido este problema de salud ni tampoco sus padres, aunque su madre murió joven, a los 57 años, por una enfermedad cardiaca. 

Él empezó a los 7 años con problemas en sus riñones. Enfermedad que no parece haberle marcado mucho su infancia porque lo que recuerda es que le gustaba mucho jugar. “El médico me decía que tenía que estar en cama, pero yo me iba a jugar”. Sin embargo, pronto cambió los juegos y los lápices del colegio por la paleta de albañil, al empezar a trabajar con 9 años. “Yo era el mayor de mis hermanos, había que ayudar en casa”, sostiene sin ninguna queja ni mal recuerdo, más bien al contrario, ya que reconoce que echa de menos aquellos tiempos en los que había trabajo para todos y los barrios estaban llenos de niños. “Ahora no se ven niños jugando en la calle”. 

Él, que se había dedicado a la albañilería, pasó a recibir una pensión cuando a sus 21 años empezó a dializarse. Sin embargo, a los pocos años llegó un trasplante y con él, tuvo que volver a reinventarse para completar su media pensión. Pasó del mortero al alquitrán.  “Al dejar la diálisis, me dejaron la mitad de la paga. No podía volver como albañil porque era muy duro, pero tenía que completar la paga trabajando en otra cosa, y me puse a echar alquitrán en las carreteras”. 

Tras 9 años con su nuevo riñón, tuvo que dejar el tratamiento inmunosupresor por recomendación médica. “Me salió un tumor en la oreja y me quitaron ‘las pastillas del rechazo’ y, claro, al poco tiempo, rechacé el riñón y volví a la diálisis”, recuerda. 

 

 

"Mi fístula tiene 33 años, nunca me ha dado problemas"

Durante estos años, ha comprobado cómo la diálisis ha evolucionado positivamente. “Antes me dializaba con acetato y ahora con bicarbonato. Las máquinas primeras no tenían nada que ver con las de ahora, que son mucho mejores. Al principio tenía calambres, malestar, pero ahora lo llevo muy bien”, señala. 

A lo largo de estas tres décadas de diálisis, ha tenido una fiel compañera: su fístula. “Tiene 33 años. Nunca me ha dado problemas”. 

Su día a día se parece al de un jubilado cualquiera: “me levanto y salgo a la calle con los amigos, a pasear y charlar. Luego regreso a casa para comer y descansar, y poco más”, sostiene, aunque añade, casi como anécdota, que hace 9 años le amputaron una pierna: “es que tengo la circulación muy mal. Pero me apaño bien con la pierna ortopédica que me pusieron. Hay que tirar ‘palante’. No hay otra”. 

Los lunes, miércoles y viernes acude a diálisis a las 8 de la mañana. “Tardo poco, 10 minutos, con mi coche sin carnet”. Allí se conoce a todo el personal, “son 30 años y he visto a muchas personas pasar por la clínica. Son todos muy buena gente. Estoy muy contento con todos”. Tampoco se queja del tiempo que tiene que pasar en diálisis, “estoy tranquilo, charlo con los compañeros, veo la tele un rato y, a veces, me echo una cabezada”. 

Su templanza se extiende a todos los aspectos de su vida y, aunque le gustan los famosos Carnavales de Cádiz, dice que prefiere verlos desde su salón.  Junto con su mujer, sus dos hijos y cuatro nietos (Adrián, Ainhoa, Aida y Anaís) celebra cada año la Navidad y aunque tiene limitaciones por su dieta, no se queja: “todos están acostumbrados a mi enfermedad, y saben que no puedo comer de todo. Pero ellos disfrutan y yo también, a mi manera”.