“Creo que, en este tiempo, lo que peor he llevado es la limitación que me ha generado llevar un catéter: no poder hacer deporte o ir a la playa por temor a que se infectara. Aunque me hicieron una fístula en un brazo poco tiempo después de salir del hospital, se obstruyó tras unas semanas y, hasta hace unos días, no he podido tener otra fístula funcionante, ya que necesitaba una intervención para arreglar mi arteria. Ahora, que por fin ya funciona, puedo ducharme tranquilamente, ir a la playa que me encanta, nadar, dar paseos sin temor a sudar y que se infecte el catéter, y retomar el gimnasio”, afirma animada.
El cuidado que debe tener con la alimentación es otro punto con el que ha tenido que lidiar en este tiempo. “Con la diabetes ya me tuve que acostumbrar a no tomar algunas cosas y ahora, con la enfermedad renal, tengo que añadir otras restricciones. Es un poco pesado”. No obstante, sabe que cuidar su dieta es lo que le permite que la diálisis sea más llevadera.
Y reconoce que poco a poco va aceptando su nueva situación. “La máquina es mi compañera de vida. Si no hubiese diálisis, tres cuartas partes de los pacientes renales no estaríamos vivos. Tenemos dos vidas: la vida sin la máquina y la vida con ella. Hay que asumirlo y agradecerlo, al fin y al cabo”.
Esa aceptación ha sido un proceso personal en el que también le ha ayudado mucho su entorno. “Mi pareja es muy atenta, me pregunta cada día cómo estoy, me ayuda. Al igual que mis tres hermanos, con los que me llevo muy bien, sobre todo con la pequeña de 14 años, que es como mi hija. Y, por supuesto mis padres, sin su ayuda todo esto hubiera sido más difícil, me faltará vida para agradecerles todo lo que me han ayudado en este proceso”. También dice haber aprendido mucho de sus compañeros de diálisis en el Centro de Diálisis Porto Cristo: “son mayores, y pienso que, si ellos pueden, yo también puedo y debo. Aprendes mucho de ellos”.
Un nuevo capítulo
Desde el pasado 22 de febrero, se ha abierto otro nuevo capítulo en su vida: entrar en lista de espera para trasplante. Sin embargo, el suyo no va a ser una intervención habitual de injerto de riñón ya que el objetivo es hacerle un trasplante de páncreas-riñón simultáneo. “Será en el Hospital Clínic de Barcelona, que es donde hacen este tipo de trasplantes”, indica.
Reflexiona sobre su futuro y sonríe cuando piensa en la posibilidad de “curarse de la diabetes”. “Fíjate que nunca había pensado que esto fuera posible y ahora puede ser gracias al trasplante”. No obstante, tiene los pies en la tierra porque sabe que, personas trasplantadas son “pacientes para toda la vida, porque siempre hay que tratarse con inmunosupresores”.
Mientras llega ese momento, Pilar tiene claro que a las personas que deban empezar ahora con una diálisis les hablaría claro: “les diría que es algo duro, pero que miren a la gente que tiene alrededor, que no están solas, que además de su familia tienen a los sanitarios que son estupendos. También les recomendaría que no se paralicen y que, si un día salen peor de la diálisis, que vuelvan a moverse al día siguiente, porque es la única manera de continuar activas. Si se necesita ayuda, se pide; si hay que llorar, se llora. Pero, siempre hay que salir adelante”.