Lleva casi la mitad de su vida con enfermedad renal, probablemente mucho más, pero ella no supo que tenía este problema hasta que ya fue demasiado tarde para tomar medidas preventivas y tuvo que ser ingresada porque su estado era grave. Después de varias décadas en diálisis y trasplantada, ahora ve con calma todo lo ocurrido.
María Pérez García tiene 54 años y fue a los 30 cuando su médico de Atención Primaria la envió directamente al hospital. “Llevaba semanas que no me encontraba bien, tenía los pies hinchados y no orinaba mucho. Me hicieron análisis, pero pillaron las fiestas navideñas por medio. El 21 de enero cuando fui al médico por el resultado, me costaba respirar y me dijo que mi riñón no estaba funcionando y que debía de ingresar en el hospital”.
Así fue, como de repente, su vida cambió. Tuvo que dejar a sus hijos de 12 y 11 años al cuidado de su madre y mediante un catéter y luego una fístula, la diálisis entró en su vida. Tres veces por semana empezó a pasar gran parte de su tiempo enganchada a la máquina de diálisis. Sin embargo, ella dice que su vida no cambió mucho. Prueba de ello fue que, poco tiempo después, se quedó embarazada por tercera vez. “Fue toda una sorpresa”.
Su tercera hija nació a los seis meses de embarazo, pero ahora, 23 años después se encuentra perfectamente bien. “Está estudiando Psicología”, dice orgullosa.
Lo que sí recuerda como un impacto de su enfermedad y tratamiento en diálisis en su día a día es que sus hijos le ayudaban en todo lo que podían. “Se hicieron mayores antes de tiempo, porque dejaban de salir a jugar para estar conmigo y ayudarme en tareas de la casa”. Ahora ellos tienen 36 y 35 años, y los dos trabajan en la colocación de ventanas de PVC.
Seis años después del inicio de la diálisis, llegó un riñón compatible. “Al principio no fue fácil, porque tuvieron que hacerme varias diálisis antes de que el riñón trasplantado empezara a funcionar, pero luego me fue estupendamente bien”.
Durante 13 años todo fue estupendamente bien con su nuevo riñón, pero un día los análisis empezaron a no ir tan bien. “Hasta que me empecé a asfixiar, aunque orinaba, mi riñón no filtraba bien y creo que las toxinas me hacían daño. Me dijeron que el tiempo medio de vida de un riñón trasplantado era de 10 años, así que el mío ya estaba agotado”.
La vuelta a la diálisis fue en 2017 y esta segunda etapa la está llevando bien. “Hay días que me vengo un poco abajo, porque últimamente tengo la tensión arterial un poco baja y, a veces, después de la diálisis me mareo. Me pongo a pensar y me da bajón. Pero normalmente, suelo tolerar la diálisis muy bien y la llevo bien”, señala.
Cuando María Paz tiene el ánimo más bajo, dice que le viene bien charlar con la psicóloga de su centro de diálisis.