Manuel Fernández

“Si no te cuidas fuera de la clínica, lo que te hacen allí no funciona igual”

Manuel Fernández Benítez (Málaga, 1956) sabe ahora mucho de alimentación, cuidados, diálisis y otros aspectos relacionados con su salud. Sin embargo, hace 5 años no estaba al tanto de lo que le pasaba a su organismo, ni tampoco le daba importancia a algunas señales que su cuerpo le estaba enviando. 

Viviendo sin riñones

Solía tener cálculos en las vías urinarias con frecuencia, a veces su orina se oscurecía, pero nunca prestó demasiada atención a estos síntomas que se repitieron durante años. Fue en enero de 2019, tras una consulta con el nefrólogo, cuando comprendió que tenía un grave problema y, por primera vez, tomó conciencia de su estado de salud. 

Ningún familiar había tenido enfermedad renal crónica y nadie le había advertido de que las infecciones de orina o las ‘piedras’ en el riñón podían provocarle un deterioro de su función renal. Manuel Fernández Benítez (Málaga, 1956) sabe ahora mucho de alimentación, cuidados, diálisis y otros aspectos relacionados con su salud. Ahora, reconoce que “debía haberme preocupado más, haber estado más pendiente en su día. No echo la culpa a nadie de mi problema de salud”. 

Su inicio en la diálisis coincidió con la pandemia COVID-19, no fue fácil. Por eso, cuando recibió una llamada para hacerse las pruebas ante un posible trasplante, denegó esa opción. “No podía pasar por una intervención en aquellos momentos. La pandemia fue algo muy grave y yo no quería añadir un riesgo más. Así que decidí borrarme de la lista de espera”. 

Aunque ahora comienza a plantearse de nuevo la opción del trasplante, es algo que se lo toma con calma. “El trasplante no está exento de riesgos. Sé que hay muchas personas que después tienen problemas porque rechazan el órgano o por la inmunosupresión que deben tener. Y yo me encuentro tan bien ahora, que no tengo prisa”. 

A sus 68 años, ya está completamente adaptado a su nueva rutina: cada lunes, miércoles y viernes acude al Centro de Diálisis Málaga-Ciudad Jardín para el tratamiento que le permite seguir con vida: la diálisis. Reconoce que lo lleva bastante bien y tiene en mente lo que le dijo su médico cuando le anunció que debía comenzar con este tratamiento: “dentro de lo malo, se puede vivir sin el riñón”. Esas palabras, señala, le vinieron muy bien. “Se puede vivir sin este órgano, con una máquina sí, pero hay cosas peores. No me ha tocado el gordo sino una pedrea”, afirma.

Sostiene que intenta cumplir siempre con las restricciones alimenticias, por su bien. “Mi mujer es quien cocina y ella sabe cómo tiene que cocer las verduras y las cosas que puedo o no comer. Yo también, claro”. Sabe que los alimentos con fósforo o potasio deben estar muy limitados. Lo que peor lleva es “no poder comer tomate porque me gusta de todas las maneras: aliñao, frito, en gazpacho, la porra antequerana...” Otro alimento que también echa de menos es el chocolate que “tomaba después de cada comida”. 

Para no llevar exceso de peso --cosa que hace más laboriosa la diálisis porque hay que extraer más líquido sobrante-- y con ello aumentar el riesgo de calambres y otros problemas durante el tratamiento, sabe que debe limitar la ingesta de líquidos. “No es fácil, sobre todo en verano, pero lo que hago es enjuagarme la boca y luego tirar el agua. Yo lo llevo a rajatabla porque si no te cuidas fuera de la clínica, lo que te hacen dentro no funciona igual”.

Todo ese aprendizaje que ha hecho en estos cinco años de tratamiento trata de compartirlo con otros pacientes que, quizás, no lo llevan tan bien como él. “Me gusta preguntar cosas a mi doctora, saber lo que me interesa y transmitírselo a otras personas en la sala de espera. Me gusta hablar y ayudar a todo el que puedo. Intento hacer amigos”. 

“Hoy me toca spa”

Su turno de diálisis comienza a las cinco de la tarde y termina sobre las nueve y media de la noche. “Cuando les digo a mis amigos o conocidos que ese día tengo diálisis, les digo que hoy me toca spa. Porque vas a un sitio tranquilo, a pasar 4 horas, donde te tratan muy bien. Lo único malo es el pinchazo y, ojo, que tampoco es un problema, porque aquí me pinchan de maravilla, mucho mejor que en otros sitios a los que tengo que ir a hacerme análisis. Estar allí cuatro horas, con mi tableta, viendo una película, las noticias y charlando con los compañeros no es tan malo. Hay que mentalizarse, si no, estás perdido. Creo que la diálisis es una solución muy buena cuando tienes enfermedad renal. Yo llevo muy bien la vida con la diálisis”.

Y añade algo más antes de terminar la entrevista: “Una cosa en la que quiero insistir es que el personal del centro de diálisis es estupendo. Mejor, imposible. Las enfermeras son muy agradables. El equipo médico, también. Sé que la diálisis que se da en este centro es la mejor diálisis que se hace en Málaga”.