A sus 76 años, esta gomera de nacimiento y tinerfeña desde la infancia tiene claro que su vida ha dado un giro de 180 grados desde que hace año y medio comenzó con la diálisis. “Mi calidad de vida ha mejorado mucho, de la noche al día”, señala esta entusiasta de la pintura.
Tras sus primeros embarazos, comenzó a tener diabetes e hipertensión. Quizás su predisposición genética (su padre tuvo enfermedad renal crónica y precisó de diálisis) junto con la gestación de 9 hijos (fue por primera vez madre a los 16 años) conllevaron que sus riñones empezaran a fallar desde muy joven. “Empecé con diabetes sobre los 20 años, y también a tener la tensión alta”.
De esta manera, la salud de Ángeles fue deteriorándose poco a poco. A los 66 años tuvo un infarto cardiovascular, estuvo 12 minutos en parada. Le colocaron un marcapasos. “En el año previo a la diálisis, tenía que ingresar todos los meses. Siempre estaba en el hospital. No podía respirar ni caminar. Me quedé varias veces sin conocimiento. Empeoré mucho. Notaba que mi sangre no estaba bien. Pero, mi doctora fue retrasando la diálisis porque pensaba que mi cuerpo no la iba a resistir”.
Finalmente, hace un año y tres meses comenzó con la diálisis, tratamiento que afirma “me ha cambiado la vida. Desde que he comenzado con la diálisis, no he vuelto a visitar a un médico, salvo el del centro de diálisis. Estoy muy contenta”.
Desde que está en diálisis, reconoce que tiene más cuidado con la alimentación y cumple con los requisitos de limitación de líquidos diariamente. “Incluso tengo más controlados los niveles de azúcar, ya que estoy más pendiente de lo que tomo”.
Ni siquiera se queja del tiempo que debe estar en el centro de diálisis para su tratamiento, ya que aprovecha las horas para ver Netflix en su tableta o charla con sus compañeros de diálisis.