“Mamá, papá, tomate… Ya estoy aprendiendo a juntar las letras”, dice Carmen ilusionada que, a sus 69 años, está tomando clases de lectura después de casi 60 años sin haber vuelto a pisar el colegio desde que tuvo que abandonarlo precozmente por un problema familiar.
“Después de mi comunión, mi padre fue a decirle a mi profesora que ya no iba a regresar más”, recuerda Carmen. Su padre, ‘redero’ de profesión (reparaba las redes de pesca), pensó que no tenía otra opción: su mujer se había quedado ciega por un tumor cerebral y alguien tenía que encargarse de la casa.
Carmen Franco era la tercera de cinco hermanos, la única hija y, según las costumbres de la época, la única que podía encargarse de hacer la comida, limpiar la casa, hacer la compra, lavar la ropa… “Mis hermanos siguieron en el colegio y yo aprendí a cocinar recibiendo las explicaciones de mi madre que siempre estaba sentada a mi lado y me iba diciendo cómo tenía que preparar los guisos. Yo hacía lo que podía”.
Sus hermanos terminaron el colegio y se colocaron como albañiles. Carmen se casó con otro albañil y siguió cuidando de sus padres el resto de su vida. “Mi madre falleció con 73 años”.
En España en torno a medio millón de personas no sabe leer ni escribir. El analfabetismo es un problema que afecta más a las mujeres que a los hombres, y también existen diferencias por regiones: Melilla encabeza la lista con un 3,7% de analfabetos, por delante de Ceuta, que tiene un 3,64%, Murcia, un 2,75%, Extremadura, un 2,7%, y Andalucía, un 2,16%. En el otro extremo, las comunidades que cuentan con un menor índice de analfabetismo son el País Vasco, con el 0,34% de la población analfabeta, Cantabria, con un 0,35% y La Rioja, con un 0,38%.
Dos años en diálisis
Carmen vive en Sanlúcar de Barrameda, el pueblo donde nació, donde se casó, tuvo a sus cuatro hijas y donde ahora se dializa cada lunes, miércoles y viernes.
Ella, que no ha parado nunca, vio hace dos años cómo su vida tuvo que cambiar radicalmente. “Me empecé a encontrar muy mal y se lo dije a mis hijas, que me llevaron al médico. La doctora me dijo que había ido muy tarde, que ya no tenía remedio”. Le diagnosticaron enfermedad renal crónica avanzada y la enviaron a Jerez “donde me pusieron un catéter en el cuello para la diálisis. Cuando hubo sitio, me trasladaron a Sanlúcar”.
Confiesa que, a veces, no lleva bien la diálisis: “soy muy activa y nerviosa, y verme sentada todo este tiempo, lo llevo regular”. Pero ahora está ilusionada porque, a sus 69 años, está aprendiendo a leer durante sus sesiones de diálisis. “Una enfermera me está ayudando y practicamos a ratitos”, dice.
Carmen reconoce que su entorno no está muy pendiente de sus avances con la lectura: “es que a veces me equivoco, normal porque soy un poco torpe”, señala quitando importancia a no encontrar un apoyo más fuerte, olvidando que ha sido ella la que ha dado de comer a sus cuatro hermanos, padres, marido, cuatro hijas y uno más que acogió “porque su madre tenía 14 años y no podía cuidar de él. Yo lo quiero como a un hijo”.
En España, 325.000 mujeres son analfabetas, frente a 195.800 hombres. Los porcentajes más altos se dan en mayores de 65 años y la tendencia es que se reduzcan con el tiempo. Personas como Carmen, con su gran voluntad, son las que van consiguiendo que el analfabetismo quede en el olvido en nuestro país.